Mi naranja

Una naranja agria, enfadada y sin ganas de carnaval. Así vivimos el día del pasacalles.
Se negaba a entrar en el disfraz. Dos horas para convencerla armada de paciencia y propuestas. Llegó al cole dándose tirones de las hojas. No se río en ninguna de las fotos y no paró de pedirme que nos fueramos a casa, pese a que en uno de los salones de la guardería había preparado un apetitoso desayuno con molletes de antequera y chocolate calentito.

Estuve a punto de desistir y mandar al disfraz a tomar viento. Pero me sentía fatal por mi cuñada que con tanto esmero lo confeccionó. Como para decirle que no lo usó al final porque a la niña no le daba la gana.

Menos mal que los niños del instituto tenían preparado en la casa de la cultura un espectáculo de cantajuegos que la entusiasmó. Se quedó eclipsada mirando a los chicos cantando y bailando.
Llegó a casa de mi madre, contándole lo bien que lo había pasado. Hablándole de las frutas y el chocolate y los cantajuegos...