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viernes, 12 de agosto de 2011

El otro día, en la feria, mi padre consintió a mi hija con un caballo exactamente igual que este de la foto. Ella lo eligió de entre todo el ramo de helio. Después de pasearlo toda la noche y, por supuesto, llevárnoslo a casa; al día siguiente, movida por una lógica aplastante, Alice tiró de la cuerda puso a su caballo en el suelo y se montó encima galopando al son de la famosa canción popular: En un caballito gris mi niña se fue a París, al paso, al paso... al trote, al trote... a galope, a galope, a galope (Imaginad cómo quedó el globito).

Y es que hasta los veinte meses de edad, ella nunca había visto ver volar a un caballo. Así que he aprovechado para buscar libros sobre unicornios y seres mitológicos y empezar a contarle cuentos al respecto. Acepto recomendaciones.

En fin. . . Después de perder el helio se lo hemos vuelto a inflar con la boca y claro. . . ya es un caballo "normal", ¡¡¡No vuela!!! Así que mientras le dura, ella sigue cabalgando como capitana de los husáres con su caballo blanco. Creo que este año, los Reyes Magos dejaran atrás los camellos y vendrán a casa en una jaca.

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